Este fin de semana ha sido mucho más criminal de lo policialmente denunciable. Unos extranjeros acorralaron mi sobriedad y la torturaron hasta convertir mis labios en dos fuentes de alcohol. Su viejo acento escocés envenenaba mi garganta como un canto de sirenas emergiendo en lo más profundo de mi ser. Estaba completamente entregado a su merced y, tras trece tragos y a penas dos dulces palabras, caí rendido ante sus vasos. Como todos sabéis, la gravedad siempre trae problemas en forma de dolor. Y como si de una fórmula matemática se tratase, comenzó a sangrarme el corazón. Y os lo prometo, a pesar de que rojas fueron todas las palabras que escribí, ninguna se esparció con rencor.
Sólo había una forma de levantarme, seguir bebiendo hasta perder el control. Froté la botella en busca de la salvación y tres deseos se aparecieron ante mí, esperando en forma de pregunta y al mismo tiempo, contestación ¿Cuáles son los motivos que te guiarán esta noche a besar con auténtica devoción? Responde y te salvarás del dolor
Para que te voy a engañar alcohol. Tú lo sabes mucho mejor que yo. Primero debo sentirme atraído por su físico, peculiar y distinto al del resto, cómo no. Más tarde debo adorar su loca e impredecible personalidad, volverme ferviente devoto de su risa trascendental, eso no puede faltar.
Pero sobre todo, el principal y más importante castigo de mi elección será el que no sepa explicar. Ese interrogante que te acecha en cada momento desde que tus ojos se comienzan a cruzar, y que más vale no mirar, ni siquiera escuchar. Una vez te atrape difícil será de ovidar. Y te arrastrará, para bien o para mal, créeme que lo hará. Sólo te advierto que es la voz más poderosa que jamás escucharás.
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