Californication...

He comenzado la segunda temporada de esta peculiar serie egocentrista ideal para aliviar mi actualmente exteneso y desmesurado ego. Ahora mismo son las 5:48 y hace cinco minutos estaba a punto de elevar mis estadísticas sexuales por encima de límites insospechados. Nunca había practicado la pose del perrito con una mejicana mientras le estiraba su cola de caballo (vale, quizás era alemana). La cuestión es, como propiamente dicen los lugareños latinoamericanos, que todo se ha ido al carajo. Resulta que ahora tengo sentimientos y, sobre todo, memoria. Gracias por proporcionarme tu culo, pero esta noche estoy maniconiamente sensible:

- Un roce mínimo suponía un acantilado de subordinados orgasmos.
- Lecciones de cocina que maduraban mi experiencia culinaria eran eufemismos de felicidad.
- Un perpetuo estado de defensa intelectual ante cualquier sobresalto emocional inesperado que justificaban cualquier definición de felicidad absoluta.
- Todo y absolutamente nada estaba en mis manos.
- Muy peligroso es llegar tan pronto a la cima de tus expectativas amorosas.
- De repente crees en el cine americano y el cine porno es un instrumento autocompasivo de la genñetica masculina.

Hoy, de nuevo, he tropezado sin nada; las palabras ocupan demasiado y por eso no puedo usar más de las que debería. Las pistas suelen convertirse en armas arrojadizas. Gracias por escucharme, ahora id al lavabo y masturbaos sin mi presencia.