Deja de beber. Suficientes chupitos de crueldad te brinda la vida. Tus borrachas expectativas, lejos de casarse con la realidad y heredar así placenteras efemérides grabadas en tu pasado, se levantan resacosas en un mar de dudas. Sí, sigues bañándote en la mediocridad. Y, por supuesto, no sabes nadar.
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